Advertisement
Advertisement

Nunca es tarde para revivir la pasión por el arte

Share

Artista Rafael Mareyna Fallo

Para obtener más información acerca de la obra de Fallo y ver algunas de sus pinturas, visite

rafaelmareynagallery.com.

Don Rafael Mareyna tuvo que dejar su pasión por la pintura cuando tenía veintitantos para dedicarse a trabajar para sostener a su esposa y sus dos hijos.

Fue en la Ciudad de México de los años 1960 cuando Mareyna, mejor conocido por su nombre artístico, Fallo, se dio cuenta que con la venta de cuadros no iba a poder mantener a su joven familia.

“Francamente la pasión de mi vida fue la pintura, pero no me daba para sostener a mi familia”, recuerda Mareyna. “En ese tiempo tenía amigos pintores que eran buenísimos pero se estaban muriendo de hambre”.

Junto a sus hermanos, tuvo que dedicarse a administrar la fábrica metalera de su padre, para luego meterse de lleno al mundo de las finanzas, donde fue un corredor de bolsa y empresario exitoso.

Por más de 50 años, el arte se convirtió tan solo en un pasatiempo: durante sus ratos libres llenaba libretas de dibujos de lo que sucedía en su alrededor, escenas de su familia, de su vida diaria.

Por motivos de salud de su esposa, en 1998 él y su familia emigraron a San Diego, ya cuando se había jubilado y se había retirado de los negocios. En 2005, lamentablemente, Fallo sufrió un derrame cerebral que lo dejó paralizado del lado derecho. Durante dos años recibió una terapia física intensiva, incluyendo un tratamiento artístico bajo la supervisión de su hija, la también artista sandieguina Becky Guttin.

En el 2007, alentado por Guttin, volvió tomar el pincel: lo que antes había dejado para mantener a su familia ahora se convertía en su salvación, en su motivación para levantarse y encontrar una razón para seguir vivo luego del derrame cerebral.

“Fue cómo un renacimiento para mí, un segundo nacimiento”, dice Mareyna.

Ahora, cuando este verano cumplió 85 años de edad, don Rafael Mareyna Fallo, tuvo la oportunidad de tener su primera exhibición individual a finales de septiembre en La Jolla Art Association.

Durante la recepción, Fallo se miraba alegre, lleno de vida.

“De joven participé en exhibiciones colectivas, pero no se compara con esto”, dice, sonriendo.

En sus pinturas, Fallo prefiere plasmar ideas abstractas, con colores sólidos, mirando hacia adentro.

“El intelecto solo me sirve para escoger los colores”, asegura. “Pero el tema de la pintura es producto del inconsciente. Para mí, el arte abstracto es más difícil que el arte realista. No todo el mundo va a entenderlo, ni necesito yo preocuparme por ello. Estas pinturas que estoy presentando son abstractas porque pintar lo que uno piensa no es fácil”.

En muchos de los cuadros de Fallo aparece una pareja, varón y mujer, besándose. El artista indica que mucho tiene que ver que su sello personal sea el beso debido al amor que siente por Dorita, su esposa por más de 60 años.

“He estado enamorado de ella siempre”, dice. “Juntos hemos sobrevivido muchas cosas y estamos felices de la vida”.

Y esa felicidad se acentuó más cuando en el verano Fallo cumplió 85 años.

Su hija Becky Guttin buscó un lugar donde pudiera exhibir por primera vez sus pinturas como regalo de cumpleaños.

“Le regalé esa sorpresa en su cumpleaños en junio”, dice Guttin. “Me dijo que había sido el mejor regalo de cumpleaños en toda su vida”.

Fallo no parece de 85 años.

De lunes a viernes (e inclusive algunos fines de semana) va a su taller en Miramar a pintar. Ahí saca toda la creatividad que tuvo guardada por más de cinco décadas, lo que tuvo guardado desde que tuvo que poner en espera su pasión por el arte para sacar adelante a su esposa y sus dos hijos.

“No hago más que pintar y, a mi edad, no me sobran fuerzas para otras ocupaciones”, dice, añadiendo que tiene unas 300 pinturas.

La historia de vida de don Rafael Mareyna Fallo demuestra que cuando el arte se lleva en la sangre y en el corazón, nunca es demasiado tarde para dejarse llevar por la creatividad.

Advertisement