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Femenina voz bravía descubierta al atardecer

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Martha Carrillo luce su traje negro y sus años a mucha honra. Tiene 54 y apenas hace cuatro que descubrió su verdadera vocación.

“Estoy viviendo mi sueño que yo ni sabía que tenía”, cuenta en la famosa Plaza Santa Cecilia, en la calle primera en la zona Centro de Tijuana.

Es sábado y desde temprano está Carrillo con el resto de los mariachis esperando que lleguen los clientes para llevarlos a tocar. Hay quienes la llevan a fiestas, a bodas, XV años, serenatas de enamorados, de aniversario y de arrepentidos.

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Ella misma vincula su llegada a la música al amor y al desamor.

Llegó a Tijuana desde su natal Comala, Colima hace 30 años. Casada, con dos hijos —quienes ahora tienen 20 y 25 años— a los que se dedicó, mientras aprendía de esta frontera que ella misma define como tan ruda y tan noble.

“Tijuana es un lugar maravilloso que tiene tropiezos, pero si lo superas te realizas, aquí puedes ser arquitecto de tu propia vida, lograr éxito, vivir tranquilo, es una cuna de maravillas, de personas que convivimos de manera muy democrática y muy cómoda”, define su experiencia en la ciudad.

“Yo empecé tarde. Me divorcié y usted sabe lo que es sacar a la familia adelante. Con ese dolor tan grande me metí a clases de canto, no para cantar en público más bien porque yo me sanaba cantando, me sentía mejor y no quería enfadar a los vecinos”, cuenta.

Estuvo tres años en la escuela de canto Andrés Soler donde uno de sus maestros la invitó a cantar en la Plaza Santa Cecilia, dedicada a la santa patrona de la música y lugar emblemático para los tijuanenses que acuden ahí para pedir buena música en vivo de mariachis, tríos y conjuntos norteños.

“A los mariachis les llamó la atención mi bravura, al cantar, al hablar, les gusta que yo canto huapangos con mucha calidad y me llamaron a participar con ellos, porque hay un gran repertorio de canciones que piden una voz de mujer”, agrega.

Carrillo se admite versátil, canta desde Paquita la del Barrio hasta Jenni Rivera dominando también voces más clásicas como Lola Beltrán y Lucha Villa.

“Me gusta el sentimiento que yo le impregno a la canción. Canto conectándome con ese sentimiento de dolor, de despecho, de profundo agradecimiento. Lo transmito y eso lo agradecen, el público y los músicos”, dice.

Pero adentrarse al mundo donde la mayoría de los músicos son hombres, una profesión históricamente masculina no ha sido fácil. Al principio sintió recelo de sus compañeros que le confesaban miedo a perder el trabajo.

Esa tradición ha ido cambiando poco a poco, con la incursión de grupos de mariachis de puras mujeres como el exitoso grupo Las Divas, fundado en Los Ángeles, California en 1999 y que hoy tiene reconocimiento mundial.

Carrillo incluso toca con dos jovencitas que tocan en el mariachi, hijas del director del grupo, que es además maestro de música y dice que su sola presencia ya le da ideas a otras mujeres de que esto es posible.

Y sobre la edad en la que encontró su voz, Carrillo suelta una gran carcajada y dice que ella es prueba viva de que nunca es tarde.

“A mí me descubrieron, no me descubrí. La gente que me escucha me procura, le gusta lo que hago y a mí me encanta. Yo ni tenía ese sueño de cantar, ni me imaginaba así de feliz mi vida y ahora lo estoy viviendo”, agrega.

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