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Lienzos que laten: Rancho el tatuador

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The Crow Tattoo Shop (Rancho)

Dónde: Blvd. Diaz Ordaz 1665 local 22 a 24, Tijuana.

Cuándo: Lunes a Domingo, de 11 a.m. a 7 p.m.

Informes:

facebook.com/RancholeonE

Alejandro Rancho Robledo lleva cerca de 20 años tatuando a los que buscan su arte en su estudio en el Mercado de Todos en Tijuana. David Maung
Alejandro Rancho Robledo lleva cerca de 20 años tatuando a los que buscan su arte en su estudio en el Mercado de Todos en Tijuana. David Maung

Todo el mundo lo conoce como Rancho, sin primer nombre y sin apellido.

Desde que llegó a Tijuana en 1996, la urbe lo enamoró por noble.

“Esta ciudad a todos nos recibe bien. Y si la tratas bien a la ciudad, ella te responde si eres productivo, no eres un estorbo o mala influencia, si vienes a aportar, crear, proponer, innovar.”.., dice Rancho.

Su tienda de tatuajes está en el Mercado de Todos, un swap meet permanente en la zona de La Mesa en Tijuana. Desde entonces han pasado por su aguja celebridades, músicos, luchadores, bailarinas, punks, médicos y policías.

“Hace muchos años cuando abrimos la tienda en 1996 era un punto de encuentro. Al decir mercado de todos eso era; había segunda, antigüedades, ropa, zapatos, discos raros, era donde se reunían muchos grupos de modas alternativas. Realmente sí venía de todo”, cuenta.

Llamada The Crow Tattoo Shop, la tienda es luminosa, amplia y limpia. Tiene su autoclave para desinfectar agujas, muestras en las paredes y un catálogo de sus trabajos. Cuando no tiene clientes, Rancho pasa las horas rayando en libretas, hace retratos elaborados a pluma o lápiz que casi parecen fotografías.

“Mi primer contacto con los tatuajes fue de niño, en casa de mi tía. Me metía en los cuartos de mis primos que eran rockeros. Estaban tatuando a uno de ellos y me decían ‘salte, vete’ y yo les decía que no. Siempre me llamaron mucho la atención”, cuenta.

A los 14 años, Rancho ya amaba las bicicletas BMX, pasión que se transformó por amor a las motocicletas que aún cultiva. Frecuentaba los medios tubos cerca de su casa, lugar de encuentro de ciclistas extremos y patinadores. Ahí, sus amigos del barrio se empezaron a tatuar y se hizo su primera maquinita de tatuar casera con un motor y una pluma negra.

“Por esa época empecé a dibujar mucho y cuando a mi amigo lo buscaron para que arreglara una cruz tatuada me dijo “hazla tú”. Yo me acuerdo que casi casi me agarran la mano para que pudiera animarme, estaba muy nervioso”, recuerda.

En la prepa se hizo su primer tatuaje: el logotipo de una patineta con un logotipo de Juventud Libertaria, desde el tobillo a la rodilla. Su padre no lo descubrió por años y su madre le dijo horrorizada “te hubieras hecho algo mejor, más bonito”.

Para Rancho, el arte corporal trata de modificar el cuerpo para sacar lo que somos por dentro: tatuajes, perforaciones, implantes, tatuajes de los ojos o brandings son solo maneras de expresar una vida interior.

Estudió artes gráficas, aunque admite que fue para darles gusto a la familia y “por el papelito”.

“La verdad yo te diría que no es ahí donde aprendí. Aprendí dibujando, por afuera. Aún hoy asisto a cursos, desde lo más básico hasta cosas complejas de dibujo, la idea es no quedarse en un lugar. Volver a los inicios nunca te hace mal”, dice.

Para seguir vigente, Rancho está practicando tendencias de tatuaje que implementan técnicas de pintura como sombreados, acuarela, puntillismo, y también los tatuajes más clásicos, rústicos, de letras gruesas y colores muy sólidos.

Tras toda una vida tatuando, a Rancho lo buscan muchos clientes, incluyendo uno que viene desde Guadalajara especialmente a tatuarse con él, pero también viene gente de San Diego, Las Vegas, San Francisco.

“Me han encasillado en calaveras, demonios y cosas grotescas pero eso me piden. De pronto hago cosas de flores, globos, panditas, cosas muy bonitas también, porque para que un tatuador sea completo tiene que dominar más de cinco estilos diferentes, tener versatilidad”, cuenta Rancho.

Admite haberse negado a tatuar mensajes racistas, fascistas, ofensivos o nazis.

“Una vez llegó una pareja y el hombre decía “ponle mi nombre” (a la mujer). Voltee a ver a la señora y me dijo que no se lo quería poner, que ella no se quería tatuar y me negué a hacerlo. Le dije, “si quieres te lo pongo a ti” y se fue molesto, no me entendió, pero allá él ¿cómo iba a tatuar a alguien que no quiere?”, dice frunciendo el ceño.

Respetar al cliente no es opuesto a sugerirle, a proponer en su trabajo.

“Lo peor que he visto son cicatrices de las mujeres que se operan, vienen con lipectomías cuando adelgazaron mucho y les cortan piel, son cicatrices muy grandes. Yo quiero disfrazar para que se vea mejor, pero los clientes a veces no te dejan hacer mucho, no te dan tanta libertad” dice.

Ejemplo de lo que predica, Rancho hace de su cuerpo un lienzo para otros. Dice no tener tatuajes favoritos pero ¿quién tatúa a un tatuador? Rancho sonríe y muestra cada dibujo de su piel como en una galería.

“Éste último me lo hizo el señor Argüello, un amigo de Guadalajara que tiene como 50 años tatuando y siempre los firma. Éste es el señor Rey Misterio, hicimos un evento para apoyarlo hace 4 años. Éste me lo hizo un amigo de México, Pablo Ash en España. Éste, Rafa de Tinta Distinta. Éste, Kiki Platas vino a mi tienda a hacerlo. Éste, el doctor Lacra, hijo de Francisco Toledo. Éste me lo hizo Mark, un amigo de Seattle. Éste, el Ruso… Lalo, del DF... Roberto..; Eliseo…. y así…” termina sonriendo el recorrido de propia tinta.

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