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Dalai Lama, los 80 años de la estrella del rock budista

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El dalái lama certificó su estatus de estrella del rock con su reciente aparición en el festival de música de Glastonbury, en Reino Unido. Allí compartió escenario con la cantante punk Patti Smith y cientos de personas le cantaron Cumpleaños Feliz.

Recién cumplidos los 80 años, el dalái lama es un icono pop y una referencia moral con una altura cercana a la del surafricano Nelson Mandela, el estadounidense Martin Luther King y el indio Mahatma Gandhi.

“Todo el mundo tiene el derecho a alcanzar una vida feliz”, afirmó en Glastonbury el refugiado político más famoso del mundo, exiliado en la India desde 1959 y carismático rostro internacional de la lucha tibetana en viajes por todo el mundo, en los que es recibido por políticos y celebridades.

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Los escenarios de Glastonbury y las amistades en Hollywood estaban muy lejos de la mente de Lhamo Dondhup, nacido el 6 de julio de 1935 en Taktser, Amdo, en el Tíbet oriental, en una familia de campesinos.

A los dos años, Dondhup fue reconocido como la reencarnación del fallecido Thubten Gyatso, el decimotercer dalái lama, y recibió entonces el nombre de Tenzin Gyatso.

Tras una educación centrada en la meditación budista, el estudio de la religión y la filosofía, el dalái lama asumió el poder político y espiritual del Tíbet en 1950, dos meses después de la entrada en Lhasa de las tropas chinas.

La fallida revuelta popular de Lhasa en 1959 forzó al líder religioso a cruzar los Himalayas a pie y establecerse en la pequeña ciudad de Dharamsala, en el norte de la India, donde formó un gobierno en el exilio.

Venerado por tibetanos y budistas, de risa tan fácil como sonora y aspecto bonachón, el dalái lama es hoy una figura con renombre internacional. Pero no siempre fue así.

Fue desconocido

El líder religioso fue un desconocido hasta hace relativamente poco tiempo. No viajó fuera de la India hasta 1967, cuando visitó Japón y Tailandia; no puso un pie en Europa hasta 1973; y Estados Unidos no le permitió la entrada en su territorio hasta 1979.

Fue en los años 80 cuando el líder tibetano comenzó a convertirse en un ícono global, lo que condujo a que fuese premiado con el Nobel de la Paz en 1989.

Hoy el dalái lama es una de las figuras públicas más reconocibles del planeta, se ha reunido con más de 200 presidentes, primeros ministros, reyes y celebridades, y participa en tantos eventos en todo el orbe que su agenda se cierra con un año de antelación.

Apple usó su imagen en la campaña publicitaria Piensa diferente de 1997, en la que también aparecieron Thomas Edison y Albert Einstein; hizo un cameo en la popular serie de dibujos animados Los Simpsons y cuenta con 11.7 millones de seguidores en su cuenta de Twitter.

Pese a todo ello el dalái lama es un dios-rey sin dominios terrestres, ningún país reconoce su gobierno en el exilio, no posee un pasaporte -como el resto de los 150 000 tibetanos exiliados usa un documento amarillo de refugiado- y él mismo afirma que no tiene casa.

Las dudas

Los 80 años recién cumplidos y algunos problemas médicos ponen de manifiesto que el exiliado político más famoso del mundo no vivirá para siempre, y su futura falta amenaza con relegar al olvido internacional la causa tibetana.

Podría ocurrir que parte del Tíbet se radicalizara, que el ateo gobierno chino eligiera a su propia reencarnación del dalái lama, y que incluso él mismo decidiera no reencarnarse.

China considera a Tíbet parte inseparable de su territorio, mientras que los tibetanos argumentan que la región fue, durante décadas, independiente en la práctica, hasta su ocupación por las tropas comunistas en 1951.

El antropólogo e historiador Melvyn C. Goldstein escribió en su libro The Snow Lion and the Dragon: China, Tibet, and the Dalai Lama que “muchos en China están convencidos de que la muerte del dalái lama es la solución más simple al problema de Tíbet”. Sin embargo, en el exilio tibetano en la India no piensan así.

“Perder al dalái lama será un golpe para los tibetanos. Estamos luchando por nuestra supervivencia, y sin el dalái lama será más difícil, pero la lucha continuará”, dijo el representante del líder budista en Nueva Delhi, Tempa Tserin.

“Tíbet tiene una historia de 2000 años y el dalái lama solo ha gobernado durante 400”, agregó.

El conocido activista tibetano Tenzin Tsundue indicó que el líder religioso es la persona que más ha hecho para que se conozca la situación del Tíbet, pero “el futuro del Tíbet dependerá de China, las otras potencias internacionales y de los seis millones de tibetanos”.

En preparación para un futuro sin él, el dalái lama separó el poder político y el religioso en 2011 y cedió las competencias políticas a un líder elegido democráticamente.

Tras unas elecciones en la que participaron tibetanos exiliados en 32 países, la responsabilidad recayó en el abogado, educado en Harvard, Lobsang Sangay, desde entonces primer ministro del gobierno tibetano en el exilio, un ejecutivo que no ha reconocido ningún país.

Fue una forma de desactivar la mayor amenaza a la que se enfrentan los tibetanos: la existencia de dos dalái lama, uno elegido por el exilio tibetano y otro por el gobierno comunista chino.

No sería la primera vez que China y los tibetanos difieren en la reencarnación de un lama. Tras la muerte en 1995 del Panchen Lama, la segunda autoridad religiosa del budismo tibetano, el gobierno chino rechazó el sucesor bendecido por el dalái lama, en paradero desconocido desde entonces, y eligió y educó a su propio Panchen.

El dalái lama ha dejado en el aire la cuestión de su reencarnación, con opciones que van desde hacerlo fuera de China tras su muerte o que suceda en vida.

El líder religioso afirmó, incluso, que puede decidir no reencarnarse y poner fin a esta tradición teocrática que comenzó en 1642.

El gobierno comunista y ateo chino ha rechazado estas opciones afirmando que Pekín “tiene la última palabra sobre su reencarnación” y que el dalái lama debe “seguir con la tradición religiosa”, abriendo una batalla sobre la sucesión del líder.

El dalái lama más cool podría ser el último.

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