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Concurso de picante deja sudando a sus participantes

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Tan masoquista es el amor de los mexicanos por el picante, como sádico es el placer de ver al otro enchilado; con ojos llorosos, labios como brasas, frente aperlada de sudor... y ánimos de dar una mordida más.

El primer concurso de picante convocado por tacos Kokopelli en la zona río en Tijuana reunió 15 participantes, masoquistas, y unos 35 asistentes, porristas, mirones, es decir: los sádicos.

El grupo de hombres y mujeres firmó una responsiva asumiendo el reto bajo su propio riesgo y se acomodó alrededor de una mesa de madera a la que empezaron a llegar las preparaciones de la cocina Kokopelli, de por sí conocida por salsas picantes y mezclas de sabores exóticas.

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¿El premio? 18 cervezas artesanales y un taco Kokopelli gratis todos los días por un año.

“Teníamos un orden en papel, pero tuvimos que ir improvisando sobre la marcha por la resistencia de los participantes”, explicó Pablo Campos, socio de Kokopelli, “empezamos con un chile manzano empapelado con costra de queso, relleno de las semillas licuadas, luego un chile de árbol seco con cacahuates, sencillito, luego molimos unos cinco chiltepines por persona sobre pepino, luego un chile güerito estilo restaurante de comida china…”

Entre las caras lacrimosas surgieron también los mitos de cómo evitar enchilarse, hay quien prefiere acompañar su sufrimiento con cerveza, hubo quién pidió agua sola, soda cafeinada y también quién rezaba sin siquiera voltear a ver al contrincante.

Luego le siguieron un serrano “toreado”, es decir, tatemado, unos chiles de huerto con una rebanada de manzana verde y otros más con limón y sal.

“Contemplamos dar un helado de chile morrón a la mitad pero pues... no querían” cuenta Campos, quien también participó como concursante.

Fue hasta que llegó la tuna rellena de habanero molido (en su variedad más picante) mezclada con aceite y tequila que salieron algunos participantes, que tosiendo tocaban una campana, se despedían con un aplauso y pedían rápido un par de tacos y agua fresca, mientras se sobaban la boca del estómago.

Los organizadores previsores contemplaron dar medicina para la irritación a los participantes.

Luego siguió un jalapeño asado, pero como el chef los vio “muy machitos a todos”, lo recubrió de chiltepín en polvo y ahí salieron varios, entre ellos Nairda Ortega.

“Si estuvo muy muy difícil” dijo Ortega, aún recuperando el aliento, “la verdad ya me andaba rajando hoy en la mañana de participar, pero sí fue muy divertido, si lo organizan otro, yo sí le entro”.

Existe una medición de picante llamada la medición Scotville, para evitar percepciones subjetivas del picor. El picante de cada variedad se mide en Unidades de Picor Scotville (SHU por sus siglas en inglés), así, un chile serrano puede tener entre 10 000 y 23 000 SHU y un habanero entre 100 000 y 300 000 SHU.

En el concurso, se llegó casi al máximo de SHU conocido en el mundo, con la llegada del chile Bhut Jolokia, los llamados chile fantasma, una variedad de picante del sur de Asia, que fue traída especialmente para el concurso y cuyos ejemplares se veían bastante inofensivos, como esas arañas mortales que uno juzgaría de jardín.

El chile fantasma tiene un picor de entre 855 000 y 1 467 000 SHUs.

Con cinco concursantes aún de pie, llegaron los dos habaneros asados, ahí salió Pablo Campos y fueron cuatro los concursantes que decidieron probar los chiles fantasma, si, “la araña mortal” que puede ser cinco veces más picante que un habanero en su expresión más picante.

Solo un concursante desistió tras los fantasmas y, en una decisión del momento, se hizo una “muerte súbita” con tres chiles habaneros flameados con tequila, para cada quién y el ganador quién primero terminara de comerlos.

Probando la vocación por el masoquismo mexicano, no fue lo picante, sino la rapidez con que devoró los habaneros lo que le dio el triunfo a Aldo Vergés, de 28 años de edad, estudiante de la facultad de idiomas de la UABC.

Alejandro Romo fue parte de la triada finalista, con una mano en el pecho dijo que él no volvería a participar.

Boqueando como un pez sobre un muelle, Aldo pareció olvidar todo cuando le entregaron la cerveza y el certificado.

“Soy estudiante” dijo el ganador, “la verdad no tengo mucho dinero para pistear y se me antojaron muchos las cervezas y tacos de aquí”.

Por lo pronto la cocina Kokopelli ya se está preparando para que la siguiente edición de este tradicional sadomasoquismo mexicano deje un buen pero picante sabor de boca.

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